miércoles, 28 de diciembre de 2011

Entre Cielo e Infierno



Algún día miraré en tu sonrisa marchita al fantasma de la esperanza
Y tú buscarás en mí, la pureza y el éxtasis que tu mundo no alcanza a soñar.

Entonces, soñaré con los ángeles y tú no serás uno de ellos:
Vendrás, jinete presuroso con tu caballo de fuego desde el fondo de la tierra a devorarlos.
Las rosas se marchitarán.
La luna se apagará.
No habrá más viento, ni cantos de alegría...

Podrás ver mis sentimientos...
Llorarás por mí lágrimas de acero
Y las palabras más enternecedoras nacerán de tus labios carmesí.

Negro heraldo del abismo, ¿aún no puedes ver al fondo de mi alma?

Quisiera escuchar tus palabras, aquellas que nunca te has atrevido a decir.
Aquellas que tus ojos reflejan sin que sepas.
Esas palabras que al mirar al firmamento compones, pero al  tratar de explicar ignoras.

Dime al oído que me quieres
Tú no lo notas, pero escucho tus murmullos.

Caballero andante, príncipe oscuro, ¿no ves que soy el ángel que tu pecado purificará?

Escucha con cuidado la canción celestial
Que el firmamento se ha despejado y las aves han vuelto.

No temas, demonio mío ya aquí estoy para sanar tus heridas
Aún creo en el destino, aún anhelo la esperanza, ¿tú también?
Sí, lo veo en tus ojos.
Ése es el brillo de los que en ella creen.

Dejemos a un lado la triste máscara de la agonía
Y demostremos que aún los soldados del maligno pueden tener sueños propios
Que aún los oscuros pueden brillar
Muéstrales, contágialos de la dulzura que en tu alma florece.

Entrégame el néctar de tu dulce boca
Sonrié para alcanzar las estrellas
Y llévame hasta la eternidad.

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