domingo, 23 de mayo de 2010

Avanzar

A veces, me siento morir.
Aburrida, sola, malhumorada... Ya no hay palabras para denotar mi malestar.
Sentir que la gente no te comprende y encerrarte en un caparazón para no tener que enfrentar las máscaras de los demás. Simple, ¿no? La verdad es que no.
Llorar hasta quedar seca... Tampoco.
Gritar... Callar... No, no sirve. 
¡Huir!, correr muy lejos y que ya nadie sepa a dónde he ido. Éso es lo que quiero o...
Mejor desaparecer.
Desaparecer y que nadie me recuerde. Olvidar y ya no tener que preocuparme. Tal vez así sería más fácil.
Pero no. No se puede.
Hay que salir adelante, ¿verdad?
Creo que sí.

lunes, 17 de mayo de 2010

Conciencia

Mi conciencia se ha ido. Temo que ya no regrese.

La llamo incansablemente, pero no viene hacia mí.

Sé que me escucha, sé que en alguna parte se encuentra... pero no acude conmigo.

¿La he perdido?

La necesito.

¿Le he hecho algún mal?

Nunca fue mi intención.

¿Volverá?

Espero que algún día lo haga, pues sin ella mi mundo está de cabeza.

domingo, 16 de mayo de 2010

Veneno


Mentiría si te dijera que tienes mi perdón, pero mi mentira más grande sería decir que te he olvidado.

Si me vieras ahora llorando sin aparente razón, te invadiría la locura, el remordimiento. Morirías por la culpa.

Si la noche, callada testigo de mis penas, te dijera cuántos días mi sonrisa se ha desvanecido, cuantas veces en silencio he llorado, cuánto dolor he acumulado a cada instante, seguro derramarías infinitas lágrimas de angustia y aún así no sería suficientes para expiar tus pecados.

Incluso si tu vida entregaras, aún si tu alma se doblegara, nunca serás capaz de sanar las heridas que has abierto, la daga que has enterrado, la pena que has provocado.

¡Qué el cielo te perdone, pecador ingrato! Pues de mi envenenado ser jamás obtendrás misericordia alguna.

El odio, el temor, las lágrimas, me han teñido de un oscuro color.

Armada con la empuñadura de la venganza, cuando mires hacia aquí, cuando sepas la verdad y busques caridad, sin ninguna piedad habré de ignorarte.

Sólo entonces, quizá, conozcas la apremiante pena que me consume desde tu traición y, a pesar de ello, jamás obtendrás de absolución alguna de mi parte.

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