domingo, 16 de mayo de 2010

Veneno


Mentiría si te dijera que tienes mi perdón, pero mi mentira más grande sería decir que te he olvidado.

Si me vieras ahora llorando sin aparente razón, te invadiría la locura, el remordimiento. Morirías por la culpa.

Si la noche, callada testigo de mis penas, te dijera cuántos días mi sonrisa se ha desvanecido, cuantas veces en silencio he llorado, cuánto dolor he acumulado a cada instante, seguro derramarías infinitas lágrimas de angustia y aún así no sería suficientes para expiar tus pecados.

Incluso si tu vida entregaras, aún si tu alma se doblegara, nunca serás capaz de sanar las heridas que has abierto, la daga que has enterrado, la pena que has provocado.

¡Qué el cielo te perdone, pecador ingrato! Pues de mi envenenado ser jamás obtendrás misericordia alguna.

El odio, el temor, las lágrimas, me han teñido de un oscuro color.

Armada con la empuñadura de la venganza, cuando mires hacia aquí, cuando sepas la verdad y busques caridad, sin ninguna piedad habré de ignorarte.

Sólo entonces, quizá, conozcas la apremiante pena que me consume desde tu traición y, a pesar de ello, jamás obtendrás de absolución alguna de mi parte.

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